top of page

Excluyendo a la inclusión. Hospedando la otredad del otro Parte I

Hoy criticaré el lugar común de la inclusión, pretexto políticamente correcto desde donde se pisotea la otredad del otro. Desde hace mucho tiempo las políticas de inclusión han tenido importancia privilegiada en las agendas de instancias públicas, empresas y centros educativos. Ahora se les quiere incluir en los espacios hegemónicos a quienes, durante siglos, se les ha excluido desde los cimientos mismos de estas instituciones. Exclusión e inclusión no son cosas opuestas sino dos caras de lo mismo. Se sostienen mutuamente.


Imaginemos un caso clásico de la inclusión. Una universidad remodela sus instalaciones para que personas de distintas condiciones físicas puedan trasladarse a través del campus. Se construyen rampas y elevadores y se colocan calcamonías en braille. El campus se gana la categoría de “incluyente” y recibe los reconocimientos y aplausos correspondientes. ¿Qué sucede aquí? ¿Se trata de una transformación del espíritu mismo de la Universidad? ¿Atendemos a la desintegración de una lógica milenaria de exclusión con la cual ha funcionado esta institución? En realidad, no.


Toda inclusión responde más a la pretensión por absorber las diferencias que en el ánimo de dejarse transformar por ellas. Sí, la universidad cambió ciertas cosas y personas más diversas pueden ahora beneficiarse de ella, pero esto se debe más a un esfuerzo por incrementar su influencia que por la apertura a dejarse influenciar. En la inclusión existe un polo hegemónico que incluye y otro polo marginal que es incluido. Casi siempre este segundo juega un rol pasivo, por lo que, en lugar de expresarse con toda su autenticidad inédita, termina por ser absorbido por la mentalidad que lo incluyó. Un ejemplo muy significativo pasa con las comunidades indígenas: se les quiere “incluir” en la universidad y en la política, pero a la hora que un miembro de una comunidad indígena sale de su territorio para asistir a una universidad a través de una “beca de inclusión”, quien termina siendo transformado es el/la indígena a la lógica del incluyente y no este a partir de la lógica de la otredad.


La inclusión busca expandir el dominio de la exclusión, solo que en lugar de marginar las diferencias las hace propias y las enmarca en su propio marco. Esta idea del marco puede servir de buena metáfora. Si el problema de la exclusión consistía en que el marco hegemónico estaba reducido y muchas y muchos se quedaban fuera, lo que hace la inclusión es crecer un poco el marco hegemónico y se traga a estas marginalidades, pero no para respetarlas y darles su lugar, sino para consumirlas. La universidad tapizada de infraestructura incluyente sigue siendo universidad, una fábrica que produce desigualdad social y homogeniza las mentes cooptando la imaginación del aprendizaje libre. La democracia representativa con rostros de diversos géneros, razas y condiciones sigue siendo una institución racista y sexista que crea jerarquías, como fue visualizada hace más de dos mil años en Grecia. A lo mucho, lo que la inclusión gana es permitir que en el juego hegemónico haya más jugadores y jugadoras… pero el juego es el mismo, con un toque de mayor peligrosidad: usa camuflaje que nos impide darnos cuenta de que dormimos con el enemigo.


Pero no veo a las luchas por la inclusión como algo a abandonar. En el ideal, ya que muchas veces estos esfuerzos terminan por fortalecer la hegemonía en lugar de desintegrarla o por lo menos agrietarla, diría que enfoquemos nuestros esfuerzos únicamente es desmantelar las lógicas ideológicas y materiales que consumen y eliminan la diferencia. Más no estamos en este ideal, sino en el mundo real en donde la creatividad de nuevos modos ha de estar acompañada por la resistencia al insistente acoso de las estructuras verticales y opresoras. La inclusión, quizás, puede ser una herramienta que permita acomodar la vida en un escenario más vivible. El gran riesgo sería perder de vista que se trata no solo de una herramienta sino de un arma de dos filos que puede, al final, terminar por acomodarnos en aquello que queremos combatir.


Con todo, creo que otra narrativa es posible. Frente a la lógica de la inclusión/exclusión, propongo saborear la desbordante experiencia de la hospitalidad. El hospedar la otredad del otro será el tema de la segunda parte de este escrito.


Elías González Gómez

7 de septiembre del 2020

Guadalajara, Jalisco, México


81 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


Publicar: Blog2_Post
bottom of page