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Tiempo de conspirar

Entre los primeros cristianos la conspiratio se refería al beso de la paz, un beso en la boca que intercambiaban quienes querían compartir el aliento, respirar el mismo aire. Se trataba de un símbolo, un ritual que expresaba la experiencia común de buscar construir una comunidad encarnada, corporal y espiritualmente unida por lazos del amor que libremente se entregaban unos a otros en recuerdo de “aquel que amó primero”.


Hoy la conspiratio fue desplazada por un nuevo mito. Al inicio de la pandemia las instituciones hicieron un llamado al distanciamiento social, y la sociedad, tiempo atrás amaestrada para obedecer leyes inhumanas, respondió creyendo lo que significará el gran horror de nuestra era: que el contacto humano es fuente de contagio.


¿Qué tipo de sociedad es aquella que, ciegamente y de la noche a la mañana, es capaz de aceptar semejante aberración? La “nueva normalidad” impone dinámicas donde se les permite jugar a los niños y niñas… pero sin tocarse; el aprendizaje será cada vez más impersonal, la civilización de la pantalla conquista su corona mediante el internet de las cosas y el internet de los cuerpos. ¿Dónde quedarán esos encuentros casuales entre los amantes que, en la espontaneidad de la noche, coinciden en los ritmos corporales de sus vidas? ¿Qué pasará con las antiguas amistades, con los cuidados familiares y los adioses a los seres queridos? ¿Volveremos a abrazarnos como esperanzadoramente dibujan los grafitis de algunas ciudades?


La pandemia fue la excusa perfecta para la implementación de nuevas estrategias de control y vigilancia. Los resultados de los “expertos” en estadística y medicina dan pie para el resurgimiento de antiguas modalidades de la opresión y la represión, solo que ahora se presentan con inéditos niveles tecnológicos y disfrazados de narrativas de “es por su bien”.


Es tiempo de cons-pirar, de regresar a ser lo que somos y cambiar la narrativa del miedo por una de la esperanza. No escribo en contra del cuidado y la precaución, sino en contra de la idea de que el contacto humano sea fuente de contagio. El covid-19 ataca los pulmones, nos atemoriza respirar y más respirar en comunidad. El discurso del miedo es una propagando en contra de la cons-piración, del respirar junto con otras y otras. No olvidemos nuestra relacionalidad, volvamos a ser esos lazos comunes que se construyen junto con otros y otras.

Conspiremos…


Elías González Gómez

Guadalajara, Jalisco

elahaspeace7@gmail.com

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